SECUESTRO

 

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EL SECUESTRADO

 

AUTOR: Emilio Meluk 

V- LA PASIVIDAD DEL SECUESTRADO 

En un sentido genérico, el secuestrado se muestra pasivo durante el cautiverio debido al control que ejercen sobre él, a la imposibilidad de moverse libremente y a la imposibilidad de realizar las actividades que comúnmente llevaba a cabo o que desea hacer en ese momento. El cautiverio limita los estímulos externos, la posibilidad de percibir el propio cuerpo en plena actividad y la expresión de sentimientos y afectos que comúnmente afloran en las relaciones interpersonales habituales en la vida cotidiana. 

El aislamiento al que está sometido el secuestrado y la imposibilidad de establecer relaciones efectivas fiables con quienes lo rodean, lo obligan a establecer una relación con su mundo interno, con sus recuerdos y con las vivencias del pasado de una manera casi permanente durante el cautiverio..."Todo un día sin hablar con nadie, tiene uno que pensar en algo y si no se piensa en algo con sentido yo creo que uno se enloquece..". Esto lo expresan los ex secuestrados en testimonios recurrentes, enfatizan que el tiempo del cautiverio les sirvió para hacer un examen de su vida pasada, una reevaluación de sus relaciones familiares y sociales; también dicen que era una forma de pasar los días recordando tiempos mejores. En esa continua remembranza de situaciones anteriores al secuestro, con frecuencia el secuestrado entremezcla fantasía en las cuales es liberado de un modo extraordinario, destruye sádicamente a los secuestradores, o estos se compadecen de su estado y lo liberan sin que haya resentimiento entre las partes. Impotente, la victima recurre a la fantasía como un medio de acción, que si bien no provoca realmente su libertad, si le produce un sosiego parcial y momentáneo que le permite soportar el cautiverio, disminuyéndole el sentimiento de impotencia interior y la presión psicológica. Las formas fantaseadas de solución de conflicto son nos de los tantos recursos psicológicos que utiliza cualquier persona, simplemente que la pasividad del secuestro las incrementa, de una mayor o menor medida, dependiendo de quien se trate.

 La involución hacia lo psicológico interno depende del grado de aceptación o sumisión a la pasividad que le imponen los secuestradores y/o al grado de control real ejercido por los plagiarios sobre él. Aún en los casos más extremos, la pasividad no es absoluta. Siempre la víctima encuentra que puede hacer algo por si misma y por su supervivencia.

Los secuestros estudiados no fueron cautiverios que puedan ser calificados como de una gran privación sensorial, entendiendo ésta como una disminución significativa de la posibilidad de ver, oír y moverse; tampoco se les impidió interactuar con los secuestradores. Esta ausencia de privación extrema se dio porque la gran mayoría de los ex secuestrados abordados habían sido plagiados por la guerrilla, en zonas rurales o cerca ellas, donde ejercen su influencia político-militar y no tienen necesidad de mantener a las víctimas en condiciones de extremo aislamiento. En estos casos, el aislamiento se dio, solamente, los primeros días de la retención. Parece ser una estrategia inicial de los plagiarlos, más o menos generalizada, para controlar a la víctima y asegurar sometimiento. Pasados los primeros días, cuando están seguros de tenerla bajo control, le amplían el radio de acción y la posibilidad de desplazarse. Se les permite el diálogo, la interacción con los plagiarios, la discusión de las razones de su secuestro y, posteriormente, hasta la participación en actividades rutinarias de los secuestradores. 

En medio de la pasividad, la víctima intenta analizar la situación que está viviendo y encontrarle una respuesta. La pregunta central gira entorno a definir las razones por las cuales está secuestrada. Como se trata de una pregunta difícil de responder, en la mayoría de los casos la víctima se auto culpa, elabora y justifica auto reproches por su falta de previsión y se responsabiliza con más o menos intensidad, dependiendo de cada caso. 

Para los psicólogos es conocido, de tiempo atrás, que las personas que han padecido eventos traumáticos severos necesitan darle un sentido a la experiencia vivida. En el caso de un secuestro, de una violación o de un desastre natural siempre surge la pregunta: "Por qué me sucedió precisamente a mi" pregunta que la mayoría de las veces no tiene respuesta. Auto culparse, auto reprocharse, asumir la responsabilidad, dar respuesta y sentido a lo sucedido: de esta manera la persona queda sumergida en la desesperanza y la impotencia de que le vuelva a suceder de nuevo. Es lo que algunos autores llaman la "defensa moral".

VI- EL AISLAMIENTO EXTREMO

Dos personas secuestradas por delincuencia común, escuchadas en consulta psicológica individual, manifestaron haber estado en condiciones extremas de aislamiento: amarradas con una cadena y encerradas en una especie de closet de ropas en donde solo entraba la luz por unas rendijillas y lo único que oía era su propia respiración; las oportunidades de conversar con los victimarios fueron las estrictamente necesarias y reducidas a monosílabos y frases puntuales, la mayoría de las veces agresivas. Estos dos ex se cu secuestrados expresaron que habían visto cosas raras y uno de ellos manifestó que había escuchado como si alguien le hablara cuando en realidad estaba solo, sin relacionar el aislamiento en que se encontraba con las alucinaciones que padecía. Por otro lado,  revisando noticias de secuestro en los diarios nacionales, se encuentra con alguna frecuencia declaraciones y fotografías de sitios de reclusión de secuestrados en las que se evidencian las condiciones de privación marcada a que se hace referencia.

Es interesante cotejar lo expresado por las víctimas de secuestro con las afirmaciones que hace la literatura psicológica sobre los casos de privación sensorial extremos. Si un secuestrado permanece aislado de ruidos y en un lugar particularmente oscuro, sin orientación temporal y espacial y sin contacto con otras personas corre el riesgo de sufrir alucinaciones. La psicología experimental ya ha comprobado esto hace varias décadas, aún en el caso de ausencia de estrés; y en otras experiencias de secuestro revisadas se encontró que en condiciones de toma de rehenes y secuestros de corta duración, pero intensamente violentos y de gran riesgo para la vida de los cautivos, se presentaron alucinaciones.  

En síntesis, el secuestrado situado en un estado extremo de privación corre el riesgo de falsear la realidad de su cautiverio e interpretar los acontecimientos de una manera viciada, ya que su contacto con el entorno estaría mediatizado por un estado alucinatorio más o menos intenso, dependiendo del caso. Lo que acontece en el secuestro lo interpretaría desde el ángulo de sus necesidades y de condiciones interiores y no de la realidad exterior. Esta situación se podría Ilustrar con claridad través de la imagen del náufrago solitario en un islote que al cabo de un tiempo empieza a hablar con interlocutores fantaseados y a ver un mundo que sólo existe en su imaginación. Lo anterior permite establecer la siguiente ecuación: a mayores condiciones de privación en que se encuentre el secuestrado, mayor posibilidad existe de que esté falseando la realidad que lo rodea y haciendo juicios inexactos sobre sí mismo, sobre que hacer en tales condiciones o sobre la forma más adecuada de llevar a cabo su relación con los plagiarios. A menor privación sensorial se podría hacer la consideración inversa. 

No hay que olvidar que en el caso del secuestro la privación sensorial se da sola. Se le agregan otros factores como el impacto inicial, la angustia básica por la amenaza de muerte que representa el secuestro en sí mismo, las amenazas de muerte directas verbalizadas, más las molestias resultantes de las condiciones de secuestro y la ruptura masiva de los lazos familiares y sociales ocurridas a partir del mismo. La suma de estos factores da como resultado un incremento de la turbación, la ansiedad y la confusión, provocando formas de comportamiento y pensamientos extraños, al menos si se les compara con los que habitualmente tiene el secuestrado.

VI- CICLOS DE ESPERANZA VS DESESPERANZA

Un aspecto de las vivencias del secuestro,  que no depende de ninguna particularidad del cautiverio, ni de como lo tratan, ni de quienes y en donde lo retienen, son los sentimientos de desesperanza, como otra expresión extrema de la ansiedad. Son los estados en que los secuestrados califican como lo momentos de crisis, "Cuando ya no daba más", "Cuando el mundo se me venía encima", "Cuando estaba que tiraba la toalla","Cuando se me bajaba la moral". ES el sentimiento interior de que la situación de secuestro no tiene más salida que la muerte y que la tolerancia a la ansiedad y al miedo han alcanzado los límites de resistencia psicológica. Es algo que está presente de manera alternada en todo los secuestrados y que se podría decir que procede del secuestro en sí mismo, como una totalidad. La desesperanza no emerge con una regularidad determinada pero si asociada, la mayoría de las veces, a los recuerdos de la vida familiar y de las personas más significativas de la vida afectiva del secuestro; es como si la víctima comprobara lo cerca que está de morir al contrastar el bienestar físico y efectivo de u vida antes de ser secuestrado con la situación de maltrato que vive en cautiverio.

Ligado a los ciclos de esperanza y desesperanza se presenta, inevitablemente, un falseamiento de la realidad que vale la pena analizar. Llaman la atención, cuando se escucha algunos ex secuestrados hablar sobre su cautiverio, la inconsistencia de sus narraciones. Algunas veces se trata de las contraindicaciones entre sucesos durante una misma narración; en otros hablan de sucesos que se excluyen y denotan, para quienes los escuchan, que hay algo falseado o que no corresponde a la verdad objetiva. Frente a esas contradicciones es pertinente preguntar si corresponden a unas elaboraciones erráticas de los ex secuestrados posteriores al secuestro o si por el contrario hacen parte del estado de confusión provocado por el miedo, la desesperanza y la presión psicológica durante el cautiverio, que los lleva a falsear su entorno, a vivirlo de una manera más subjetiva que objetiva y a establecer una secuencia de acontecimientos de acuerdo a sus necesidades interiores de seguridad y confianza. 

Analizar y evaluar los diferentes aspectos que describe la víctima de las condiciones de su secuestro, es difícil. El escollo se presenta porque los sentimientos de miedo, esperanza, impotencia, autoestima herida, etc., pueden llegar a modificar las percepciones del entorno, a interferir en el análisis de la realidad y a falsear las conclusiones que se dan tanto durante el cautiverio mismo como en el recuento que hace de los hechos después de liberado. Hillman denomina este estado como de "pseudoracionalidad", indicando que es una forma no adecuada de interpretar la realidad cuando se está bajo presión psicológica intensa (Hillman,R., 1981: 137-151). Este falseamiento se ve clara y especialmente en la alternancia de los estados de esperanza y desesperanza que se presentan en todas las personas secuestradas. Hechos tales como recordar el grupo familiar o caer en cuenta de las precarias condiciones del cautiverio, producen un 'descenso del estado de ánimo" que por lo general termina en llanto y aflicción profundos. El secuestrado interpreta de modo contrario eventos de su entorno banales o que inclusive pueden representar un beneficio para él, como si tras ellos hubieran malévolas segundas intenciones de los plagiarios.

Así mismo se observa que los sentimientos esperanzadores se fundan por lo general en argumentos frágiles y que genera unas expectativas que van más allá de lo real. Simples expresiones de los secuestradores como: "Frescas muchachas que todo se va a arreglar rápido!", o "Las negociaciones con su familia van la verraquera", sin mayores explicaciones aledañas, les permiten deducir una salida inminente y sin muchos traumatismos del secuestro. 

Las únicas esperanzas que se sostienen con mayor convicción son las que proceden de los cambios reales que el secuestrado logra en su entorno. Las que proceden de obtener que le mejoren sus condiciones de cautiverio, de pensar y estructurar un posible escape e intentarlo, o las que obtienen cuando hacen llegar información a las autoridades o a la familia, sobre el estado y lugar donde se encuentran. Son esperanzas que se sostienen por si mismas, porque están fundadas en transformaciones reales de la situación del secuestro. De todas maneras, el sobrevivir a un secuestro se puede considerar el triunfo de la esperanza sobre la esperanza. No sucumbir psicológicamente a una muerte inminente y segura para quien la padece, es una prueba fehaciente de la capacidad de supervivencia de las víctimas.

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Sunday, 16 de September de 2001